Imagine que está cenando en un restaurante con mucha gente. De fondo se oye el ruido de los platos, de las sillas al arrastrarse, de la gente hablando y riendo, y el de los camareros en su marcha frenética. Usted está haciendo un esfuerzo por seguir lo que pasa en su mesa y al hacerlo empieza a sentirse cada vez más cansado.
Finalmente, comienza a fingir que puede oír. Asiente con la cabeza, se muestra interesado y ríe con los demás, aunque no entendió las bromas. Empieza a sentirse aislado. Deja el restaurante con un dolor de cabeza punzante, frustrado y sin ganas de repetir la experiencia en un futuro cercano.